"Al estar tomando una taza de ese café en la mañana pensé: este es un café bueno: bueno en calidad, bueno para el medio ambiente y bueno para el clima."
Resultados tangibles desde la finca hasta los foros internacionales de cambio climático
A pesar de ser responsable de aproximadamente el 20% de las emisiones de GEI a nivel global, el sector agropecuario no ha sido tradicionalmente considerado como prioritario en las negociaciones internacionales sobre mitigación del cambio climático. Esto empezó a cambiar cuando en el 2012 Costa Rica inició la búsqueda de fondos para implementar la NAMA Café, que se caracteriza por ser tanto la primera NAMA agrícola del mundo como la primera NAMA a nivel global a ser apoyada por la NAMA Facility, iniciativa establecida por el Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania (BMU) y el Departamento de Negocios, Energía y Estrategia Industrial del Reino Unido (BEIS) y posteriormente cofinanciada por el gobierno danés y la Comisión Europea, con el objetivo de proporcionar apoyo financiero y técnico a países en vía de desarrollo para la implementación de NAMAs ambiciosas en sectores relevantes.
Según Andreas Villar, director país de la GIZ en Costa Rica, el país ha sido siempre percibido como un actor muy proactivo y constructivo en los espacios internacionales de negociación sobre cambio climático. Sin embargo, el “doble récord” establecido por la NAMA Café desde su propia conceptualización, ha logrado posicionar aún mejor a Costa Rica a nivel internacional, como un país a la vanguardia.
Una NAMA para Costa Rica… y para el mundo
—A nivel global se sabe que, en comparación con otros países, Costa Rica no es un país de grandes emisiones. Sin embargo, si no se logra comprobar a través de ejemplos sectoriales que sí se puede lograr el cambio, que sí se puede lograr la transformación, no vamos a ser exitosos a nivel mundial, porque hay que convencer a muchos países que hoy en día no son tan vanguardistas ni tan ambiciosos.
Por ello, la NAMA Café de Costa Rica tiene una gran relevancia no solamente a nivel nacional por sus aportes a la reducción de emisiones en el sector agropecuario, sino también a nivel global por cumplir el rol de proyecto ejemplar que demuestra que sí se puede realizar una transformación sectorial hacia la descarbonización. Prueba de esto es que varios países en diferentes regiones están empezando a trabajar sus propias NAMAs agrícolas.
NAMAs: vinculando el medio ambiente con los sectores productivos
El enfoque sectorial hacia la descarbonización implica para Villar un importante trabajo de acercamiento a actores que tradicionalmente no han sido los que han llevado la batuta en las negociaciones internacionales sobre cambio climático.
—El gran reto en cambio climático no es convencer a los ministerios de ambiente, sino a los ministerios de agricultura, de transporte, de obras públicas y vivienda o hacienda, entre otros. Ahí muchas veces existen muy pocos conocimientos sobre cambio climático, porque no es el tema de ellos. Pero sí hay posibilidades que desde mi sector yo pueda contribuir a la reducción de emisiones de GEI.
Los actores y sus beneficios son la clave
Comenta Villar que desde su punto de vista el principal logro del NSP Café ha sido mejorar la cooperación y articulación entre todos los actores involucrados en la cadena de valor del café, desde los ministerios (ambiente y energía, así como agricultura y ganadería) hasta los productores de café, pasando por las entidades sectoriales como el ICAFE, la academia, las cámaras y las asociaciones locales.
Varios son los factores que permitieron alcanzar este logro. En primer lugar, todos los actores del sector demostraron una fuerte voluntad política y un claro compromiso de participación. En segundo lugar, la posición neutral de la GIZ, como una entidad sin intereses políticos o económicos propios, facilitó el proceso de convocar a los diferentes actores necesarios para gestionar este proceso de transformación. Finalmente, una mención especial merece la aceptación y confianza de la que goza en el sector cafetalero el ICAFE, como el ente que mejor lo conoce y lo representa en sus intereses.
Para Villar, uno de los principales aprendizajes derivados del proyecto es que en este sistema de cooperación cada actor debe tener claro cuál va a ser el beneficio concreto derivado de su participación en la iniciativa. Para ello fue clave plantear el proyecto como una iniciativa cuyo objetivo primordial no era necesariamente la reducción de emisiones de GEI, sino la mejora en los procesos a lo largo de la cadena de valor del café, desde el campo hasta la taza.
—Un factor de éxito ha sido hacer ver a todos los actores que, explorando eficiencias económicas a través de nuevos métodos de producción, pueden lograr una mejor estabilidad e incluso ganancia económica.
Villar no duda de que en tanto que los actores del sector puedan constatar de primera mano que una producción baja en carbono aumenta la calidad del producto, que esta mejora en la calidad les permite acceder a nuevos mercados, lo cual a su vez se traduce en mayores ventas y un mejor precio, estos no perderán el interés por participar.
Las personas detrás de las gigatoneladas
Para Villar, uno de los principales elementos que distinguen y dan relevancia al proyecto del NSP Café es que, por medio de sus acciones, se lograron conectar la grande agenda global de cambio climático con las vivencias de las personas que trabajan en la cadena de valor, así como de las personas que consumen el producto final.
Comenta que el gran reto del cambio climático es que este sigue siendo muy abstracto para la mayoría de las personas. En los foros internacionales se establecen metas de reducción de x cantidad de gigatoneladas de CO2, pero esto, ¿qué implicaciones tiene en la vida cotidiana de las personas? De ahí la importancia de poder demostrar de forma tangible que las acciones de mitigación tienen tanto un efecto particular como un efecto global. Según Villar, el NSP Café logra exactamente esto.
—Personalmente, recuerdo cuando llegué a tener en la mano un paquete de café bajo en carbono. Pensé: acá tengo en la mano el producto, especial y tangible de un proyecto. […] Además, al estar tomando una taza de ese café en la mañana pensé: este es un café bueno: bueno en calidad, bueno para el medio ambiente y bueno para el clima. Y eso me gusta del proyecto, que cada individuo, cada ser humano, o por lo menos cada persona a la que le gusta el café, a lo mejor pueda entender esa lógica muchas veces muy compleja del cambio climático.